jueves, 15 de septiembre de 2011

Abuelas de la Plaza de Mayo

Cuando a finales de los años 70 un grupo de mujeres empezaron a reunirse alrededor de la pirámide en la Plaza de Mayo, frente a la sede del gobierno, no  podían imaginarse la proyección mundial que llegarían a tener.
Mujeres ataviadas con un pañuelo blanco como distintivo en la cabeza reclamando justicia, reclamando y clamando por sus hijos, hijas, hermanos, hermanas, nietos y nietas, muchos aún por nacer, desaparecidos durante la dictadura instaurada en el año 1976. 

Estas valientes mujeres no han dejado desde entonces de buscar a sus seres queridos, especialmente a esos nietos y nietas robados en el momento de su nacimiento, a quienes les usurparon su identidad y pasaron a ser miembros de las familias de los torturadores, secuestradores y simpatizantes del régimen dictatorial. 
Las abuelas de la Plaza de Mayo, sin embargo, no se dejaron nunca amilanar y hoy, más de 30 años después, aunque la búsqueda de muchos continúe, han podido hallar un total de 105 nietos y nietas. 

Hoy las abuelas son noticia de nuevo por haber recibido el premio Fomento de la Paz que otorga la Unesco cada año. Un nuevo reconocimiento internacional que, como puede leerse en el comunicado oficial de la página de las abuelas, " nos honra y nos da aún más fuerzas para continuar con nuestra lucha por la verdad, la memoria y la justicia". 

Seguro que muchos de vosotros recordáis el emotivo discurso del poeta argentino Juan Gelman recogiendo el Premio Cervantes en el año 2007  junto a su familia y a su nieta recuperada. Es sólo un ejemplo de tenacidad y amor, de lucha por la justicia y por la recuperación de una familia que pudo haber sido pero que nunca fue.

Terminemos con un extracto de ese discurso del poeta exiliado en México, obligado a vivir lejos de su patria, de sus raíces y de sus desaparecidos.
 
"Santa Teresa y San Juan de la Cruz tuvieron para mí un significado muy particular en el exilio al que me condenó la dictadura militar argentina. Su lectura desde otro lugar me reunió con lo que yo mismo sentía, es decir, la presencia ausente de lo amado, Dios para ellos, el país del que fui expulsado para mí. Y cuánta compañía de imposible me brindaron. Ese es un destino “que no es sino morir muchas veces”, comprobaba Teresa de Avila. Y yo moría muchas veces y más con cada noticia de un amigo o compañero asesinado o desaparecido que agrandaba la pérdida de lo amado. La dictadura militar argentina desapareció a 30.000 personas y cabe señalar que la palabra “desaparecido” es una sola, pero encierra cuatro conceptos: el secuestro de ciudadanas y ciudadanos inermes, su tortura, su asesinato y la desaparición de sus restos en el fuego, en el mar o en suelo ignoto. El Quijote me abría entonces manantiales de consuelo".

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